Un día unos tipos decidieron alambrar unas tierras y tomarlas como propias. Ese día otras personas tuvieron que empezar a trabajar para los ahora dueños de esas tierras. Un día esos propietarios empezaron a acumular riquezas. Ese día los trabajadores se volvieron más pobres. Un día los dueños hicieron ley esa forma de hacerse ricos. Ese día sus trabajadores perdieron hasta su tiempo. Un día el Estado se aseguró que eso no cambiase.
Un día los trabajadores se cansaron. Ese día los propietarios los castigaron. Los golpearon, les quitaron sus trabajos, el aliento. Los mataron.
Un día los trabajadores se cansaron. Ese día se organizaron, decidieron, le dieron la voz a unos de los suyos y gritaron. Ese día se hicieron fuertes.
Un día los trabajadores defendieron a otros trabajadores.
Pero otro día, otra noche, esos voceros cenaron con los propietarios y sus amigos del Estado. Ese día algunos trabajadores se volvieron empresarios.
Un día los que fueron trabajadores explotaron a los trabajadores. Ese día el Estado hizo ley la traición.
Un día los trabajadores se cansaron. Ese día, los que fueron trabajadores los castigaron, les quitaron sus trabajos, el aliento. Los mataron.
20 de octubre de 2012
17 de octubre de 2012
1945 - 17 de Octubre - 2012
Desilusiones más, desilusiones menos. La cosa venía jodida para el hincha de la Selección Argentina de Fútbol. Es que de promesas estuvimos repletos a lo largo de la historia pero, generalmente, por H o por B, nos terminábamos pegando resbalones de caída dura.
En el último tiempo, Messi, Agüero, Higuaín, Di María y compañía habían reeditado ilusiones, habían vuelto a generar la expectativa popular cada vez que se acercaba un partido.
Pero esta vez la desilusión no llegó, esta vez intervino nuestro guardián, nuestro líder. El magnánimo Don Julio, que ya nos ha sabido regalar inmensas alegrías, decidió impedir el sufrimiento de las tribunas.
Vaya uno a saber por qué tipo de magia, "El Padrino" se las ingenió para conseguirnos (si, conseguirnos) ¡una Copa América! Después de todo, ¡nos la merecíamos!
Las masas enardecidas saltamos al verde césped y como locos empezamos a dar una tras otra vuelta olímpica. Muchas vueltas olímpicas. Mareados quedamos de tanto festejo, de tanta felicidad. Hacía tiempo que nadie nos daba tanta alegría.
Al rato, ya agitados y agotados, nos acostamos en el pasto. Un grupo de personas fue hasta el lateral que daba al palco y empezaron a pedir por el Mundial. De repente toda la cancha agitaba por Brasil 2014, la emoción crecía, los saltos hacían retumbar el estadio, los vecinos envolvían la cristalería que quería salirse de los estantes.
Don Julio, nuestro líder protector, salió del palco y desde la platea baja agarró el micrófono. Nos habló calmo, paternal, pero enfática y apasionadamente. Nos explicó porqué no debíamos pedir más que la Copa América, porqué teníamos que tomar lo que nos daba, porqué nos convenía, como hinchas, quedarnos en el molde.
Muchos lo entendieron, olvidándose de la cita mundialista, otros lo acusaron de tribunero. La cosa se desmadró un toque, hasta que entró la policía para sacar a los revoltosos. El festejo en el estadio continuó y duró hasta la noche, pero la Lealtad al líder recién empezaba.
En el último tiempo, Messi, Agüero, Higuaín, Di María y compañía habían reeditado ilusiones, habían vuelto a generar la expectativa popular cada vez que se acercaba un partido.
Pero esta vez la desilusión no llegó, esta vez intervino nuestro guardián, nuestro líder. El magnánimo Don Julio, que ya nos ha sabido regalar inmensas alegrías, decidió impedir el sufrimiento de las tribunas.
Vaya uno a saber por qué tipo de magia, "El Padrino" se las ingenió para conseguirnos (si, conseguirnos) ¡una Copa América! Después de todo, ¡nos la merecíamos!
Las masas enardecidas saltamos al verde césped y como locos empezamos a dar una tras otra vuelta olímpica. Muchas vueltas olímpicas. Mareados quedamos de tanto festejo, de tanta felicidad. Hacía tiempo que nadie nos daba tanta alegría.
Al rato, ya agitados y agotados, nos acostamos en el pasto. Un grupo de personas fue hasta el lateral que daba al palco y empezaron a pedir por el Mundial. De repente toda la cancha agitaba por Brasil 2014, la emoción crecía, los saltos hacían retumbar el estadio, los vecinos envolvían la cristalería que quería salirse de los estantes.
Don Julio, nuestro líder protector, salió del palco y desde la platea baja agarró el micrófono. Nos habló calmo, paternal, pero enfática y apasionadamente. Nos explicó porqué no debíamos pedir más que la Copa América, porqué teníamos que tomar lo que nos daba, porqué nos convenía, como hinchas, quedarnos en el molde.
Muchos lo entendieron, olvidándose de la cita mundialista, otros lo acusaron de tribunero. La cosa se desmadró un toque, hasta que entró la policía para sacar a los revoltosos. El festejo en el estadio continuó y duró hasta la noche, pero la Lealtad al líder recién empezaba.
10 de octubre de 2012
Babas del diablo
La mañana había empezado fulera, pero no tanto como podía
ponerse. Las tostadas se habían quemado por un aseo de dientes demasiado
prolongado.
La cosa empeoró cuando el bondi le dijo chau, segundos antes
que ella pisara la parada. En el laburo se molestarían por esos minutos de
asiento vacante.
Calle vacía, cielo plomizo, bondi que no llega, impaciencia
que crece. Camioneta que viene, hombres descienden, mujer atrapada.
El infierno sale de
las escrituras y se vuelve vida, se come al tiempo en un rumiar eterno. El
infierno muestra los colmillos que muerden y no sueltan.
La mujer se vuelve carne. La mujer ya no llora, ya no grita,
ya no mujer. La mujer ya sólo carne.
La luz amarilla de una lamparita, una ventana a otra
habitación y la manada que se organiza para caerle encima. Rumiantes del tiempo
vienen por su carne.
Las bestias le dejan sus babas adentro, es la marca que deja
el fierro caliente sobre los cueros que tienen amo. El infierno deja su baba
para que sepa que no hay fuga que valga.
La mujer que escapa de la habitación ocre, corre y desespera
mirando adelante. La mujer que llora y grita de nuevo. La mujer que es mujer,
no quiere esa marca, no quiere.
La mujer camina. Va decidida. Le quitarán el encierro que le
dejaron dentro, le quitarán el infierno hecho carne.
La mujer va decidida a pesar de moralinas que dicen defender
la vida. La mujer grita de nuevo, exige que defiendan su vida. La mujer llora
de nuevo, demanda que dejen de morderle el cuero.
La mujer está de pie, tres escalones arriba. La mujer mira
al gentío convocado por una politiquería canalla, al gentío que la juzga,
implacable, desde sus camas calientes. La mujer los mira… dejen de violarme,
piensa, dejen de violarme.
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