16 de mayo de 2015

Violencia y nada más

Me pongo serio y apoyo la bocha al suelo intentando emular al genio de Román. Porque estos temas solamente se pueden tratar con visión de juego, con pausa, con toque quirúrgico. Porque al hablar de fútbol, fijate qué loco, las camisetas se quedan a un lado y a este gallina de sangre se le eriza la piel cada vez que lo ve a Román tirar ese caño a Yepes. Bronca y felicidad, como la vida misma, enmarañados en una misma pintura. La belleza del Guernica pegando en este pecho adolorido, bellamente adolorido… ¡Esto es fulbo pibe!
 Nos podemos sentar a charlar sobre el “¡Giunta, Giunta, Giunta… Huevo, huevo, huevo!” y estaremos hablando de fútbol bello. Una patada de Serna o una barrida de Perfumo. Un penal mal cobrado o un off side que no fue. Pero la violencia, la violencia es otra cosa.
Acá es donde hay que vestirse de Riquelme y, con la suela sobre el balón, hablar despacio, ordenar la jugada, y dar el pase justo, ahí, al vacío…
Estos días estamos hablando de fútbol violento, de hinchas (que no son hinchas) violentos, de jugadores violentos… técnicos, periodistas, dirigentes, políticos… violentos. Estamos tirando la pelota afuera y sacudiendo nuestras ropas de una mugre que, queramos o no, también nos pertenece. Buscamos chivos expiatorios con la velocidad de Claudio Paul; no sea cosa que quedemos pegados en una grande, ¿no?
Es que la violencia es nuestra, está acá. Somos violentos y hay que hacerse cargo. ¿Por qué otro motivo bancamos que existan cantos ofensivos hacia la humanidad ajena? ¿Por qué toleramos que en las canchas se hagan y digan cosas que, muy probablemente, nos indignaría en el living de nuestras casas?
Nos cubrimos tras el manto hipócrita del folklore del fútbol para hacer y decir todo aquello que sentimos, pero reprimimos, de lunes a sábado. Los domingos nos permitimos insultar acusando de bolivianos, mientras que los lunes adherimos a la hermandad latinoamericana. Un insulto es decir “boliviano”, no es halago, es insulto. ¿Por qué? Si esto no es hipocresía puede ser ignorancia o amebismo. Apoyamos con todas nuestras fuerzas al matrimonio igualitario pero en la cancha elegimos herir la concentración del arquero contrario acusándolo de puto.
Los hipócritas se muestran sin tapujos los domingos mientras que en la semana se visten con el traje de buen señor. Quiero creer que no hay mucho de esto, pero lo que sí hay más que fueras de juego de Funes Mori es ignorantes; amebas que se arrastran por lo que es, sin ponerlo en cuestión ni un cachito. Hinchas que se niegan a pensar lo que cantan, lo que avalan. Gente de bien que ignoran lo que hacen. Son los mismos que hoy exigen a los dirigentes de Boca (como hace un tiempo le exigían a los de River) que tengan más peso en la AFA y en la Conmebol. Les piden libremente que logren beneficios, ventajas, que el resto no tendría; se les pide tráfico de influencias, se les pide mafia. Claro, después, en la sección política del periódico se demanda honestidad y transparencia para la Argentina.
Entonces los hinchas, cuya mayoría entra en estos dos grupos, pedimos terminar con las barras para terminar con la violencia en el fútbol. Temo decirles que para acabar con la violencia en el fútbol tenemos que ponerle fin a la violencia a secas, violencia y nada más.
Es el Estado quién debe hacernos ver esto, las escuelas tienen que enseñar en base a la igualdad de verdad. Tienen que haber políticas públicas reales para poder cambiar, controlar los mensajes mediáticos. Campañas de concientización. El Estado es el encargado de generar un cambio cultural importante.
Pero claro, y acá finalmente llegamos con las paredes hasta la puerta del área, ¿Por qué habría de preocuparse el Estado en terminar de raíz con todo esto? ¿Por qué querrían terminar con la fuerza de choque que les permite mantener sus lugares de privilegio en nuestra sociedad? ¿Por qué si los barras trabajan para los partidos políticos que necesitan de la violencia para imponer sus decisiones? ¿Por qué si los barras trabajan para los gremios que trabajan para que los empresarios perpetúen la explotación de trabajadores? ¿Por qué si los dirigentes negocian con los barras para presidir esas enormes cajas recaudatorias que son los clubes? ¡Es la Economía, pibe!
A Mariano Ferreyra lo mató un barra de Defensa y Justicia que fue a reprimir la manifestación de trabajadores explotados. Trabajadores tercerizados del ferrocarril que demandaban condiciones dignas de laburo. Favale (el barra) fue enviado por Pedraza, el secretario general del gremio que debía defender a esos trabajadores, para que defienda los intereses de la empresa.

Los jugadores los saludan, los hinchas los vitorean, los dirigentes les pagan, los políticos los apañan. Los barras son la punta de un iceberg que no sé cuántos queremos ver completito.