11 de septiembre de 2013

Un día extraordinario

Todo indicaba que el martes 10 de septiembre del 2013 iba a ser otro día como los demás. Al menos así había comenzado más allá de algunos matices distintivos que, sin embargo, no llegaban a hacer una diferencia tal como para tornarlo un día extraordinario. Pero la cosa, finalmente, cambió.

Ese día era un martes normal, nadie paró las rotativas para imprimir una tapa de urgencia ni varió tampoco el capricho de mi despertador, empecinado en encenderse cada día en el mismo horario. Los Yanquis andaban con ganas de meterle bala a otro país en oriente medio y la tele debatía sobre cómo y cuándo debería hacerlo. Hacía un poco de calor, algo extra a lo habitual, es cierto, pero nada como para marcar al día como una excepción al calendario de la historia. La selección jugó un partido, ganó, y con comodidad se clasificó al mundial del siguiente año.

Ese martes los pobres fueron pobres y los ricos mandaron. La luz de mi habitación se encendió cuando presioné el interruptor y el policía de la esquina siguió observando a los transeúntes. Las escuelas abrieron sus puertas y los maestros que siempre faltan, faltaron. Nada raro pasó ese martes. Los imprescindibles pusieron el cuerpo y se ocuparon.

Todo indicaba que el martes 10 de septiembre de 2013 iba a ser un día como cualquier otro, sin embargo pasó algo. Ese día, ya de noche, cuando iban 65 minutos de juego, Messi paró un balón y se le fue largo. Eso hizo de ese día, un día extraordinario…

8 de septiembre de 2013

Ellitas


Dicen que somos nosotros quienes lo determinamos, pero no creo que sea cierto. Lo cierto es que llegamos los tres, entramos. La pequeña miraba atenta cómo le ponían ese gel a la madre, cómo la pantalla seguía en ese negro mudo. La pequeña, sentada sobre las rodillas del padre, abría cada vez más esos ojos brillantes, garabateaba cada vez más esa sonrisa inmóvil sobre su rostro. La pantalla había empezado a dibujarse, a dejar entrever esa invasión a la privacidad, a permitirnos espiar el mundo confortable; el más confortable de todos los mundos. Finalmente la pantalla se congela y el invasor alcanza su propósito. La desnudez que siempre se oculta quedó a la vista de los curiosos y Malena, que nunca dudó, que siempre supo que tendría una hermanita, salió cantando de contenta. 
Dicen que nosotros lo determinamos, pero yo creo que es ella quién quiere venir a saludarnos, a jugar con su hermana mayor que ya se muere de ganas por enseñarle como hay que moverse en su mundo, que ahora es de ambas.