8 de marzo de 2016

Resistencias

La decisión está, es mía. Es consciente. Apoyo el índice resuelto sobre la tecla que sobresale. Se requiere cierta presión, no mucha, certera.
Los electrones se amontonan, nerviosos, contra el bronce. Se apilan frente al abismo de la nada. Esperan al paso que mi decisión les lleve. Los electrones necesitan seguir, necesitan ese incuestionable viaje interpolar, necesitan seguir. Las tripas se los piden. Avanzar.
Finalmente mi índice decide que la tecla baje, que el puente sea puente y el río fluya. Al final la estampida, el atropello que va calentando el frío metal. Una estampida que cambia de ruta y pasa difícil, raspando, a los frotes, por el filamento delgado, espiralado.
Mareados ya antes de salir, se embroncan, reniegan, patalean. Ya antes de salir, la resistencia los calienta en fulgor blanco. Calor blanco que ilumina mi habitación, mi mesa, mi libro, mi poema.
Resisto.

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