Hablemos de princesas y
superhéroes. Hablemos de nuestras hijas y nuestros hijos. Hablemos de aquello
que se inculca. Para ellas el rosa, la delicadeza. Para ellas lo puro y la
belleza. La sensibilidad y los recaudos. Para ellas el amor eterno y los
príncipes libertadores. Para ellas la felicidad en el casamiento, la familia y
todo para siempre. Pobrecitas ellas que requieren la protección, el cuidado y
la caballerosidad sublime.
Hablemos de ellos y su fortaleza.
Los sentimientos vedados y lo rudo de su espíritu. La bravura y el atletismo.
La libertad y su experiencia. Hablemos de conquistas amorosas y sus simpáticos
trofeos. De traer el pan a casa y la punta de la mesa. Hablemos de la familia y
su jefatura pétrea.
Hablemos de damas y caballeros,
de hembras y machos. Que ellas, pequeñitas, están hechas para entregarse de
lleno al cuidado. Ellos, que las toman para amarlas. Las toman. Son algo que se
toma. Para adorarlas, sí. Son reinas de las flores, los halagos y el amor
prometido. Pero son algo que se ama.
Hablemos de todo esto que parece
natura pero que es armado. Imperceptible rompecabezas de años. Reloj silencioso
que nunca escuchamos.
Hablemos de cómo no se reniega
del deseo voraz de las fieras. Hablemos del macho.
Hablemos de lo que se tiene como
si fuera algo. Te amo, te cuido, te tengo. Sos mía y lo mío es mío y con ello
hago lo que me dicta el cuero.
Hablemos del amor como propiedad
privada, ataduras posesivas, controles y pertenencias. Si te vas te escapas, si
te escapas te sigo.
Hablemos de prostitutas que
devoramos. Como un hígado, un vacío, una costilla que alguna vez les prestamos.
Carne de compra venta que es nuestra, que es un algo. Hablemos de su comercio
como las jaulas y el ganado. Hablemos del hombre que las devora y del Estado
con sus ojos vendados.
Hablemos de la muerte y su
injusticia. Hablemos de Melina y de Chiara. Hablemos de Ángeles y de Pepa.
Hablemos de Marita. Hablemos de Sandra y esa prisión domiciliaria. Hablemos de
las treinta y dos horas que las separan.
Hablemos de las que mueren solas
en las sombras mudas de los talleres clandestinos de Flores.
Ahora hablemos, clamemos,
gritemos, exijamos ¡Ni una menos!
Si, subamos el cartelito. Pero no
nos olvidemos mañana a la hora de prender los televisores repletos de culos
jugosos en una vidriera infame. No nos olvidemos mañana cuando discutamos la
ley y el aborto. No nos olvidemos en un rato cuando la exigencia sea hablar del
dinero, las redes, las leyes, la justicia, la policía y el gasto del Estado.
Porque la moralina se consume en una trompada, en un encierro, en una
violación, en el silencio de una casa.
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